No se puede hablar del uno sin mencionar al otro, pues la leyenda se ha escrito con los dos a un mismo tiempo. Hablar de ellos es hablar de flores, de silleteros puros, de esos que sabían que si sembraban en menguante las cosechas eran más prosperas, de los que se amarraban ramos en la cabeza y llenaban la silleta a tope para que ni una hortensia, ni un agapanto, ni un gladiolo, se quedaran sin ser vendidos.
Todo lo han hecho juntos, desde que Manuel Efraín Londoño, más conocido como Candelario, tocaba la flauta acompañado de sus hermanos a la entrada del colegio, hipnotizado por Encarnación Atehortúa, más conocida como doña Chon. El amor creció tan natural como las flores, ella correspondió las miradas y ambos cruzaron “palabritas”. El matrimonio vino sin tropiezos ni oposiciones y la vida entre los dos empezó a ser más liviana.